El ideal de toda marca que se precie es hacer que sus contenidos se viralicen en Internet.

Nuestros perfiles de Facebook, Twitter, Google+, LinkedIn, Pinterest o Instagram pueden sernos de gran utilidad, pero no suficiente, ya que no siempre es fácil conseguir que nuestras publicaciones se compartan de manera masiva.

Para echarnos un cable en esta labor están los influencers, profesionales ligados a nuestra área de actividad con gran notoriedad y reputación en las redes.

En esta definición de influencers, la palabra “profesionales” puede abarcar usuarios de toda índole, desde periodistas especializados en dicha materia, famosos de la prensa del corazón, usuarios anónimos, y hasta perfiles parodia o fakes de personalidades públicas.

Sin embargo, todos ellos han sido bautizados como influencers por el número de seguidores, interacciones, shares y RTs que generan en las redes sociales donde están presentes. Digamos que son líderes de opinión 2.0.

Entre sus “dones” están:

  • Aumentan el tráfico (visibilidad) y disminuir la tasa de rebote. Se presupone que los influencers, si han logrado semejante status, es debido a sus altas dosis de creatividad y, sobre todo, por compartir contenido interesante y de alta contribución al conocimiento.
  • Atraen público objetivo de alta calidad. Los influencers tienen una importante audiencia. Son canales de noticias en sí mismos y divulgadores de la última moda en cualquiera que sea el área de actividad que nos interesa. Aglutinan profesionales de un determinado sector.
  • Impulsan las conversiones. Los influencers empujan a que entren nuevos visitantes y suponen una ocasión única para que un ingente número de internautas compren nuestro producto o contraten nuestro servicio.

Sin embargo, la tarea a veces resulta compleja. Exceptuando en las ocasiones en las que el influencers recibe a cambio una transacción económica (comprar nuestra mención en su perfil), si crees que al primer intento va a promocionar tu marca como si fueras Coca Cola, olvídalo.

Al influencers hay que ganárselo, ya que su reputación online también está en juego con esta actividad. Necesitamos citarle, comentar en su página correspondiente y, sobre todo, ofrecer contenido de altísima calidad. Si logramos no rebasar el límite de lo cansino, el retorno puede ser espectacular.

Un gran ejemplo de cómo ganarse a un influencers, es el que llevó a cabo Burgos de Arias.

Un tweet de tuit de Lucía Taboada (periodista y escritora, con más de 48.000 seguidores en Twitter)  que hacía referencia a una campaña de Burgo de Arias que tenía como slogan “Y para sorprender a los tuyos, mejor con Burguitos de Burgo de Arias”.

La marca vio una oportunidad en un comentario que no era ofensivo y que además, venía de una experta en quesos. Burgo de Arias aprovechó este tweet para sorprender (nunca mejor dicho) a Taboada y ganarse una nueva mención en Twitter muy positiva.

 Pero, ¿cómo los indentificamos? 

Recomendamos que se realice un seguimiento exhaustivo, o sea, monitorizar una por una a todas aquellas personas que sospechemos pueden ser nuestros influencers: averiguando a qué se dedican, si dan charlas, cursos o conferencias; qué rol desempeñan profesionalmente…

Y todo ello, sin olvidar la encomiable labor que ya realizan nuestros nuestros seguidores más fieles. No por tratar de “enamorar” a un influencer debemos abandonar el ejercicio social media que venimos realizando con nuestros colaboradores de marca. En definitiva, todos podemos llegar a ser grandes influencers.

Visto esto, y a nosotros, que tanto nos gusta el refranero español 2.0, te recordamos que, quien tiene un influencer, tiene un tesoro.

Lorena Falero